Texto: "Por tanto, yo le daré parte con los grandes,
y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramo su vida hasta la
muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo el llevado el pecado de
muchos, y orado por los transgresores" (Isaías 53:12).
Repartir despojos es el resultado de una conquista segura, real y aplastante;
para eso se requiere una destrucción total del enemigo, que no quede ni uno en
pie. Cuando los hijos de Israel estuvieron próximo a entrar en la tierra
prometida se les señalaron siete reyes a vencer: "Cuando Jehová tu Dios te
haya introducido en la tierra a la cual entraras para tomarla en posesión, y
haya expulsado de delante de ti a muchas naciones (heteos, gergeseos,
amorreos, cananeos, ferezeos, heveos
y jebuseos: siete naciones mayores y mas fuertes que tu)" (Det.7:1); en
otras palabras, el poder de los enemigos de Israel magnifico el poder del Dios
de Israel. De manera semejante es con las conquistas de nuestro Salvador.
Consideremos mas particularmente algunos enemigos: El
diablo, que es un poderoso adversario. El causa gran turbación a los hijos de
Dios; los acusa, los solicita al mal, llenas sus almas con inquietudes y
temores, malos pensamientos y los condena; pero Dios lo ha condenado a el
por condenarte a ti. A veces el solicita al pecado, inyectando pensar carnal y
provocante; pero es divinamente reprendido: "Y dijo el Señor a Satanás: El
Señor te reprenda, oh Satanás" (Zac.3:2); hay Gracia para chequearlo y oponerse al mal. Por
mucho tiempo mantuvo el mundo bajo la ignorancia y tinieblas, pero ahora:
"El príncipe de este mundo será echado fuera" (Jn.12:31);
esto es, que Cristo lo venció y nos ha hecho participe de esa victoria. Así
Satanás es un enemigo.
La ley fue un enemigo. Cuan consolador es poder decir que fue, significando que
ya no lo es. Ahora Cristo ha abolido el poder que la ley tenia contra nosotros
para condenarnos, ella nos impedía ser aceptos delante de Dios, nos ataba a la
ira divina y a tal obediencia que no podíamos cumplir frente a Dios:
"Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era
contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz" (Col.2:14);
esto es, que todos éramos presa de la ley hasta que Cristo se levanto y tomo
nuestra causa en su cuerpo aboliendo las enemistades; la ley ahora es nuestro
aliado, un medio para santificarnos, no una causa que nos impida: "No
éramos bajo la ley, sino bajo la gracia" (Ro.6:14).
La muerte y el infierno. De todo nuestros enemigos estos son los mas potentes y
severos, aun ellos fueron vencidos por Cristo. Nuestro Salvador conquistando la
ley, necesariamente debe conquistar la muerte: "Porque el aguijón de la
muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley.. y luego agrega: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Donde esta, oh muerte, tu aguijón"
(1 Co.15:54-56); esto es, que ella fue destruida y
llevada a nada. Por Cristo la muerte es hecha un amigo, como Aman sirvió a Mardoqueo. La sentencia divina le puso este sello: "Y
la muerte y el hadas fueron lanzados al lago de fuego" (Apoc.20:14); cuan consolador es saber esto para aquellos
que tienen un interés en Cristo, y que Cristo tiene las llaves de la muerte y
del infierno.
La carne. La corrupción de nuestra naturaleza es un enemigo en nuestro propio
pecho, el cual nos insinúa el mal con deseos placenteros: "La mente
natural es enemistad contra Dios" (Ro.8:17); la
carne es un problema continuo para un corazón que esté bajo la Gracia. Aunque
la carne sea tan querida para nosotros como nuestra propia piel, aun así es una
espina en la carne a cualquier alma en la fe. Pero está escrito en la ley de la
fe: "Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa
del pecado, condeno al pecado en la carne" (Ro.8:3);
el pecado en tu carne esta enraizado en tus deseos corruptos; pero es una cosa
condenada, y será ejecutada: "La caña cascada no quebrara, y el pabilo que
humea no apagara, hasta que saque a victoria el juicio" (Mt.12:20); esto es, que El hará la cruz triunfante.
Por tanto, que tu comportamiento hacia Cristo sea siempre el verlo como el Gran
Conquistador. La turbación de nuestras almas viene a menudo porque perdemos
esta victoriosa visión de nuestro Redentor: "El guarda las almas de sus
santos, de mano de los impíos los libra" (Sal.97:10); por tanto, aplica tu
alma a este asunto y no deje que ella se desate de el.
Cuan dulcemente podrá tu corazón razonar y argumentar así: Este es mi Cristo,
este es el que murió por mi, yo pertenezco del lado de los vencedores;
considera, pues, que Cristo es el Gran Conquistador.
Amen.