
Texto:
"Porque al hombre que le agrada, Dios le da sabiduría, ciencia y
gozo" (Eclesiastés 2:26).
Cuando el Señor da algún bien a sus amados, se lo da acompañado con la
moderación debida para que lo use sin hacerse daño. Así que, la moderación en
el uso de las cosas terrenales es un excelente preservativo del mal que tiene
el mundo.
Es una bendición de Dios disfrutar los dones que El nos da con contentamiento y
tranquilidad, especialmente si podemos saborear el amor del Señor en esos dones.
Dios es el mejor amigo del alma de los hombres, por tanto no dará nada que haga
daño a lo que el ama. El uso inmoderado de las cosa terrenales o de los
deleites temporales del cuerpo, debilita el vigor y la vida del alma en todo
Creyente, y de cierto que trae muerte a una alma enferma y debilitada, como
dice el apóstol de ciertas mujeres: "La que se entrega a los placeres,
viviendo esta muerta" (1 Ti.5:6), usted las ve de deleites en deleites,
son alborotadoras, simple e ignorante, para de este modo acentuar su
frivolidad o el apropiado titulo de mujer vanidosa y alegrona. La carne esta
siempre muy solicita a los placeres sensuales, pero sobre todo en la
prosperidad o ante las expectativas de alcanzar algún bien material.
La primera
degeneración del ser humano fue por la satisfacción de los sentidos: "Y
vio que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos"
(Gen.3:6); esto lo saco del paraíso desde entonces. Los excesos de placeres terrenales
ciegan la mente, adormecen la conciencia, y apagan el vigor del espíritu
humano: "Fornicación (sexo), vino y mosto quitan el juicio"
(Os.4:11), todos sabemos como las mujeres quitaron el buen juicio de Sansón y
apartaron a Salomón hacia los ídolos. El vino y el sexo no son en si mismo algo
malo, si se usan legítimamente, pero el uso ilegitimo de estas bendiciones del
Cielo a las criaturas es una clara evidencia del castigo celestial. La falta de
moderación de los bienes terrenales hace mucho daño al individuo que los abusa.
Las personas con un corazón mundano se caracterizan por esto: Ellos disfrutan
el mundo como si fuera su cielo o paraíso, y llaman a Dios solamente cuando
están en necesidad.
Alguien pregunta: ¿Como usar con moderación las cosas? Siguiendo la regla
bíblica: "Los que disfrutan de este mundo, como si no lo
disfrutasen; porque la apariencia de este se pasa" (1Co.7:31), Un
Cristiano debe tratar con el mundo como el incrédulo trata con las cosas
celestiales, este quiere los bienes espirituales, pero no se esfuerza en
obtenerlos; quiere ser salvo, pero no busca como salvarse; dice querer fe, pero
no pone atención a la predicación de la Palabra, y son muy diligentes con
procurarse las cosas materiales. Disfrutar el mundo con moderación o
indiferencia; como si dijese: "desde ahora me propongo ser indiferente con
los encantos del mundo, tal como haría un hombre con una mujer que
persistentemente lo enamora, pero a el la trata con el látigo de la
indiferencia, porque ella no le gusta o no le conviene. No será difícil ser
indiferente en el desamor.
Será, pues, tu sabiduría tener el favor y la comunión con Dios mas precioso que
la prosperidad. El salmista declara a menudo el gran valor que da a Dios como
la suma de todo bien deseable, y se inflama en sus afectos con tal excelente
meditación: “¡Cuan preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuan grande es
la suma de ellos! Si los enumero, se multiplican mas que la arena; despierto y
aun estoy contigo" (Sal.139:17-19), así el desprecia todo hombre carnal
con violencia en comparación con lo que el ama y disfruta la comunión de Dios
en sus pensamiento que ocupan todo su ser. David siente un gozo y
contentamiento interno más intenso, que lo que un hombre carnal experimenta en
la crema y flor de su mundanalidad. Un hombre espiritual valora mas la comunión
con Dios aun que su propia vida: "Porque mejor es tu misericordia que la
vida, mis labios te alabaran" (Salm.63:3); esto
es que la intimidad con Dios en nuestros corazones es el comienzo del Cielo,
porque disfrutaremos lo que aquí deseamos. La diferencia es que poseeremos lo
que estando en la tierra nos fue prometido.
Los rayos de luz en la mañana, son los mismos que los del mediodía, solo varían
en intensidad; de modo semejante es con los que aman al Creador mas que a las
criaturas.
La
comunión con el Señor es el inicio del Cielo.
Amen.