
Texto:
"Porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron; y
han conocido que verdaderamente salí de ti, y han creído que tú me
enviaste" (Juan 17:8).
Puede haber un conocimiento que nos llega por medio del mero sermón o los
libros, que en verdad brillan mucho en la mente, pero esa luz es débil y
borrosa. Brillan con la luz de otros hombres: "Ellos decían a la mujer: Ya
no creemos a causa de la palabra tuya, porque nosotros mismos hemos oído y
sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo" (Jn.4:42); hay una enseñanza de los hombres y hay otros de
Dios usando los hombres como simple instrumentos.
La luz del Espíritu es de otro material, la humana no es escrita en el corazón
como la de Dios, sino solo reportada al oído: "Pondré mis leyes en la
mente de ellos y en sus corazones las inscribiré" (Hebr.8:10);
la verdad es escrita por el dedo del Espíritu, la otra es reportada por los
hombres. No es lo mismo ver a Dios y las cosas de Dios en la luz del Espíritu,
que verlo por el reporte de los hombres. Hay una gran diferencia en conocer
países por el mapa y libros, que conocerlo en propia experiencia. Luz
transformadora. Es luz verdadera la que sujeta nuestras codicias y purifica el
corazón; el conocimiento del incrédulo es luz, pero sin fuego; puede dirigir,
pero no persuade a la obediencia sincera: "En esto sabemos que nosotros le
hemos conocido: en que guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco y
no guarda sus mandamientos es mentiroso, y la verdad no esta en el" (1Jn.2:3-4);
la luz que no trasforma es mera inactividad. En el Paraiso
hubo un arbol de vida y uno de conocimiento, muchos
prueban el arbol del conocimiento, pero no el de la
vida.
Recibir. Lo próximo en cuanto a la naturaleza de la fe, es recibir: "Las
palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron". La
incredulidad es rechazar el consejo de la palabra, y la fe es tomarlo:
"Así que los que recibieron su palabra fueron bautizados" (Hch.2:41); tomaron el consejo del bautismo porque creyeron
de corazón. Entonces la fe puede ser descrita con relación a este acto, como un
impulso en el corazón, iniciado por el Espíritu, para recibir toda la palabra
de Dios. Ahora bien, recibir es una palabra relativa, ya que supone una
oferta. Dios ofrece de Su parte y nosotros recibimos de la nuestra. Es a manera
de un pacto o contrato, en el pacto de la Gracia Cristo ofrece remisión de
pecado y todas las bendiciones del Evangelio, y nosotros respondemos bajo la
condición de fe y arrepentimiento. En este recibir de parte nuestra debemos
estar seguros que se trata de la Palabra de Dios y que El trata con nosotros a
manera de pacto; no de contrato porque en el contrato las partes pueden ser
representadas por otro. Dios tiende Su pacto por el ministerio del hombre: "Por
esta razón, nosotros también damos gracias a Dios sin cesar; porque cuando
recibisteis la palabra de Dios que oísteis de parte nuestra, la aceptasteis, no
como palabra de hombres, sino como lo que es de veras, la palabra de Dios quien
obra en vosotros los que creéis" (1Tes.2:13).
Es un error muy común aun entre personas que profesan ser Cristianos, pensar
que se pueden recibir las promesas y despreciar los preceptos, como si nada
fuera necesario para la salvación, sino solo decir que mis pecados fueron perdonados
en Cristo. El Evangelio no solo tiene promesas, sino también mandamientos,
condiciones y artículos del pacto. Todo el Evangelio debe ser recibido de todo
corazón. La fe no está limitada a los actos del
entendimiento. Felipe puso a prueba al Eunuco: "Comenzando desde esta
Escritura, le anunció el Evangelio de Jesús. Mientras iban por el camino,
llegaron a donde había agua, y el eunuco dijo: He aquí hay agua. ¿Que impide
que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees con todo tu corazón, es posible. Y respondiendo,
dijo: Creo que Jesús, el Cristo, es el Hijo de Dios" (Hch.8:35-37).
El Señor pide de nosotros todo el corazón en amor y espera todo el corazón en
fe. Esto implica confiarle todo el ser y depender enteramente de El,
ejercitarnos en esto es relativamente fácil cuando las cosas nos están saliendo
bien, la dificultad se acentúa cuando hay oposición, adversidad y sufrimientos,
mire este texto, el cual nos puede dar una idea del asunto: "Por la
fe y la paciencia se heredan las promesas" (Hebr.6:12);
esto es, que primero debemos hacer y luego sufrir la voluntad de Dios.
Por tanto, recibir a Cristo con todo el corazón es recibirle como el Salvador
todo suficiente, y esto sucede cuando nuestras facultades encuentran
contentamiento en El, que El es bueno para todo, no solo como medico del alma,
sino también como el Amado: "¿A quien tengo yo en los cielos sino a ti? Y
fuera de ti nada deseo en la tierra" (Sal.73:25).
La Gracia de la fe consiste en eso: Conocer y recibir.
Amen.