Meditación Diaria

Meditación del 19 de diciembre

Texto: "La vida del hombre no consiste en la abundancia de bienes que posee" (Lucas 12:15).

 
La excelencia de un hombre es su mente racional, que lo distingue de los animales y que le da dominio sobre las demás criaturas, entiéndase la facultad del alma, de que se deduce claramente que nuestra felicidad consiste en la perfección de nuestra mente, tal como sentencia nuestro texto: "Que la vida del hombre no consiste en la abundancia de bienes que posee".

 
Las cosas temporales de este mundo no pueden adornar y perfeccionar lo que es la excelencia propia del hombre, de ahí es que un ministro del Evangelio decía, que cuando una persona se dedica en exceso a la apariencia de su cuerpo con ropas y/o maquillaje, tal actividad refleja un gran defecto en la esencia racional de esa persona, y lo deja ver por su amor a la frivolidad y vanidad mundana. Buscar el agrado de los seres humanos no es malo, si para ellos se siguen los pasos de la sabiduría divina, pues como criaturas de Dios nos es necesaria la opinión de los hombres, eso es parte de nuestras necesidades básicas y de nuestra felicidad: "No se aparten de ti la misericordia y la verdad; átalas a tu cuello. Escríbelas en las tablas de tu corazón, y hallaras gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres" (Pro.3:3-4), pero el agrado de las criaturas debe venir como resultado de nuestra sujeción al Señor.


Por lo tanto, de acuerdo a los asuntos en que uno gaste el tiempo de su mente, eso la manchara y socavara, o la purificara y la exaltara. Dedicar todos los poderes de nuestro intelecto al aumento de la prosperidad o lo que es lo mismo, hacer provisión para la carne es una infamia mayor que un presidente envié todos sus ministros de estado a la cocina del palacio a fregar las pailas. La mente se contamina cuando es empleada en cosas inferiores, tal como el oro y la plata pierden pureza y se les rebaja su valor al mezclarlos con metales corrientes y de baja ley.

 
Es muy buscado entre los hombres el procurar amistades que le engrandezcan y le eleven de categoría, de manera semejante la mente se ennoblece y se engrandece cuando se dedica a cultivar la comunión con el Altísimo y la vida celestial. Esa es la riqueza y la prosperidad que todo ser humano debe buscar, la comunión con Cristo y la amistad de los santos, eso es verdaderamente vivir; consciente de esa realidad es que David ruega: "Una cosa he demandado a Jehová, esta buscare; que este yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo (Sal.27:4). Esto es, lo que llamaríamos amar la superioridad como ser humano y cultivar la humildad.

 
Toda la prosperidad del mundo no puede dar verdadera satisfacción aquel que la disfruta, porque hay una desproporción entre ella y la naturaleza espiritual del alma inmortal. No hay que insistir mucho para probar que el oro y el diamante no son alimentos apropiados para el cuerpo, y si alguno pretende que lo sea, es por el engaño del corazón carnal que se enamora como un necio de la vanidad del mundo. Se hace necesario, entonces, inculcar estas verdades conocidas, que los hombres puedan ser prevenidos de sus terribles consecuencias por convicción y no que tengan que aprenderlo por experiencia.

  
Por tanto, es bueno que todos sepan esto: Todas las riquezas, los honores y los placeres sensuales de esta vida terrenal están mezclados con un amargo que corrompe el contenido que los hombres esperan encontrar en ellos. Una enfermedad terminal, el cáncer, hará insípido y despreciable los gozos del mundo. Y como no han hecho ni harán a nadie verdaderamente feliz, entonces son tan solo una sombra de felicidad y su valor depende de la necedad y fantasía del hombre.

 
Por eso, esta es nuestra conclusión de hoy: "La vida del hombre no consiste en la abundancia de bienes que posee".

 

Amen.

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