Texto: "Y no
entristezcáis al Espíritu Santo de Dios en quien fuisteis sellados para el día
de la redención" (Efesios 4:30).
El mensaje de este versículo fue dicho después que el apóstol ha hablado de los
malos efectos de la ira carnal, o que añadió lo siguiente: Que el Espíritu de
Dios no soporta morar en una habitación donde haya turbación de alma. El jamás
pondrá sonrisa de aprobación en los tales; porque la violencia de espíritu no solo
descompone la razón, sino que también trastorna la conciencia. El Santo
Espíritu de Dios es amigo de un espíritu sedado, quieto, manso; como si los
tumultos y las pasiones inmoderadas le atemorizaran, y por eso se entristece.
Ante estas verdades es conveniente que hablemos con nosotros mismos: Que tu
propia conciencia te diga si has sido culpable de ira injusta o indebida.
Hermano, tú no has sido llamado por Dios a dar libertad a las pasiones humanas
que encienden la ira, por el contrario la Gracia de Dios te capacita para estar
quieto, ser apacibles de corazón en lugar de tener el espíritu agitado, enojado
y dejarlo que así continúe, tú puedes aprender, solo requiere tu disposición y
dedicación. Debes también cuidarte en no llamar celo santo lo que es una ira
pecaminosa que procura lo suyo propio. Para eso toma y no olvides esta regla
general: "En defender lo divino no habrá sentimientos agitados, ni
amargura de espíritu, ni deseos de venganza. Lo impropio contiene mala
voluntad, malicia y abundancia de maquinaciones.
¿Y tu familia? hay derrame de ira en la familia, enojo, gritería, impaciencia
con aquellos que Dios te ha dado para que dependan de ti y los lleve otra vez a
El, en cambio los estás haciendo hijos de las tinieblas, llenándoles sus
corazones de amargura y resentimiento? ¿Qué dirían tus vecinos de tu carácter?
¿Los trata con ira, rencores y malos sentimientos, defiendes tu propio interés
o el de Cristo?, ¿le pagas mal por mal o mal por bien? En todos estos
puntos es saludable para el alma que te examines a ti mismo. Si así ha sido
contigo. Entonces la ocasión es propicia para renovar el arrepentimiento.
Amén.