
Texto: “Pero cuanto más los oprimían, tanto más se
multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de
Israel” (Éxodo 1:12).
Una de las verdades más enseñadas en la Biblia es que vivimos en un mundo
caído. Por más alto que volemos, tarde o temprano volvemos al piso. La historia
lo enseña claramente, porque cuando los hijos de Israel estaban en penurias,
sin comida, se les abrió una puerta de salvación: Egipto. Esa nación fue un granero
en medio de la hambruna, un oasis en el desierto, pero luego lo que fue su libertad
se convierte en cárcel y ahora son tratados como hombres inútiles, vagos,
ociosos. Aquí diríamos: Las vueltas que da la vida. Un Faraón los favoreció y
el otro los maltrató.
En otras palabras que muy a menudo Dios obra por medios contrarios. Si
tuviéramos eso en cuenta, nuestra confianza en el Señor y sus promesas serían
mucho menos afectada por las circunstancias de nuestro peregrinar. Es como si
alguno quisiera vaciar una piscina sacándole agua, y mientras más le saca más
se llena. Dios actúa por medios contrarios. Los egipcios pensaron que los israelitas
no podrían resistirles, y como consecuencia la población se reduciría, sin
embargo no les resultó así: “Pero cuanto más los oprimían, tanto más se
multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de
Israel. Y los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, y amargaron sus vidas con dura El escritor divino usa un juego
de palabras difíciles de tragar con el fin de transmitirnos los sufrimientos del
pueblo de Dios por el rigor y severidad con que eran tratados.
Los comisarios intentaban disminuir al pueblo y no les representase un peligro,
atemorizarlos y sirvieran al imperio con sumisión, que se dedicaran al trabajo
y que nadie se le ocurriera la idea de conspirar; sin embargo Dios usó esto
como un maltrato moderado con el fin de fortalecerlos aun más. De aquí
aprendemos que la providencia en ocasiones nos mete en adversidad moderada, no
destructora para robustecernos. He aquí que quienes se consideraban fuertes,
vinieron a ser los débiles y miedosos: “De manera que los egipcios temían a los
hijos de Israel”. Fueron por lana y salieron trasquilados. Los hebreos se
propagaban cada vez más, y el resultado fue: La malicia de los egipcios resultó
impotente.
Faraón fue malo porque los israelitas prosperaron, quizás hubiese sido más
excusable si los hubiese castigados por desobedientes o conspiradores, no fue
así, sino porque les iba bien. Faraón se sintió ofendido porque Israel prosperó.
Lo que debe ser motivo de amistad y beneficio fue causa de malicia. No hay cosa
más odiosa a los ojos de un hombre malvad que la prosperidad de una persona
buena y hacendosa. Al orgulloso le molesta sobre manera el humilde. El ojo malo
ve peligro y enemistad, aun entre sus amigos e inofensivos colaboradores. Será
sólo cuando el espíritu de Cristo more en un corazón cuando tales sentimientos
malvados podrán mortificarse.
Dios hará por Su pueblo todo lo que ellos esperan de El. El Señor ha
comprometido Sus atributos para que sean ventajas para Su pueblo: "Dios de
Israel, es Dios para Israel" (1Cro.17:24); esto es, que cumplirá todo lo
que se espera y te guiará en temor para favorecerte. Lo que fue Dios para los
israelitas, también lo es para ti. Entonces resta que te dediques a cultivar la
fe en Cristo, porque será esa fe lo que te hará ver que hay un Rey por encima
de todos los reyes de la tierra, y que ese Rey gobierna para tu bien.
Amen.