Texto: “Y
aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de
los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles” (Lucas 2:46).
Mientras los niños de esa edad estaban jugando en las calles, Jesús estaba
sentado en el templo, no mirando el mármol, ni los hermosos candelabros, ni el
oro de sus paredes, ni la gloria exterior del edificio. Tampoco hizo como hacen
algunos padres con su hijos que le permiten venir jugar a la Iglesia, sino
oyendo y haciendo preguntas a los grandes teólogos de su época: “Y aconteció
que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los
doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles” (v46). Toda la sabiduría y
conocimiento que ellos habían obtenido fue dada por El, ahora está oyendo lo
que habían aprendido. Helo aquí como un humilde discípulo. Sea esto un
excelente ejemplo para nuestros jóvenes, que será una virtud sentarse a oír
atentamente las enseñazas de sus maestros. El podía darles clase a todos, pero
el Padre todavía no le había ordenado a Su ministerio público; así que por un
buen rato debía sentarse a oírlos con diligencia y preguntarles con decencia,
aunque luego pueda salvarlos.






