Texto:
“No te apresures en tu espíritu a enojarte; porque el enojo reposa en el seno
de los necios” (Eclesiastés 7:9)
La ira impropia destruye la paz de quien a sí mismo se lo permite.
Los hombres más miserables son quienes siempre tienen presente la agitación de
espíritu, sus sentimientos son como las olas del mar que no se están quietas,
sus vidas son miserables, no conocen el arte de la reflexión. No pueden
disfrutar de la paz, siempre están angustiados o continuamente se sienten
ofendidos, y esto los convierte en rebeldes sin causa contra Dios y contra el
prójimo.
Tal espíritu es inadecuado para una vida piadosa. La obra del Creyente en sus
ejercicios piadosos es cortada cuando la mala ira se levanta, el Espíritu se
apaga y la comunión con Dios se corta, la ofrenda no se recibe, la oración no
se oye: "Por tanto, si has traído tu ofrenda al altar y allí te acuerdas
de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar,
y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y ofrece tu
ofrenda" (Mat.5:23-24).






