Texto:
"Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una
nube que le oculto de sus ojos" (Hechos 1:9).
Un eminente santo del pasado decía, que de los nombres dados a nuestro bendito
Señor y Salvador, "Jesús" es el más dulce de todos. Otros nombres,
comentaba el, indican Su majestad, pero este nos habla de Su misericordia. El
Verbo de Dios, el Hijo de Dios, el Cristo de Dios, son todos títulos de gloria,
pero este es de gracia y redención: “Llamara Su nombre Jesús, porque el salvara
a Su pueblo de sus pecados” (Mat.1:21).
Este título mas que cualquier otro encierra Su extrema humillación a favor del
pecador: "Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que
están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra" (Fil.2:10);
que en el cielo los ángeles glorificados doblaran sus rodillas delante de El,
en la tierra lo harán los hombres, y debajo de la tierra, es probable que esto sea
una referencia a los que están muertos. Dulce es el nombre de Jesús por Su
humilde ministerio terrenal, y dulce por Su promesa de gloria celestial a todas
los que aguardan Su venida. Es cierto que el es el rey Jesús, pero aun así es
sinónimo de humildad y de gracia. En su nacimiento tuvo como palacio un
establo, su corte fueron animales, su asiento real fue un pesebre, y su ropa de
rey fueron algunos trapos. Y esto hace que Su nombre nos sea tan dulce, por Su
humildad, lo cual facilita el creer que totalmente se identifico con nuestra
miserable condición de pecadores, destituidos de la gloria de Dios.







