Texto:
“Y el rey de Egipto hizo llamar a las parteras y les dijo: ¿Por qué habéis
hecho esto, que habéis preservado la vida a los niños? Y las parteras
respondieron a Faraón: Porque las mujeres hebreas no son como las egipcias;
pues son robustas, y dan a luz antes que la partera venga a ellas” (Éxodo 1:18-19).
Saquemos a luz lo que ocurría el corazón de las parteras. Ellas estaban oyendo
dos voces, una les ordenaba: Mata los niños varones, y la otra les mandaba: No
matarás. Escogieron honrar a Dios antes que a los hombres. Tomaron hacer el
bien, y desecharon el mal.
Cuando
oímos las voz del Señor mucho más alto que la de las criaturas, entonces
tememos. Eso es temor a Dios. Obedecieron en desobediencia. Fueron débiles para
responder a Faraón como se merecía, pero fuertes para hacerlos en su práctica. Temieron
a Dios para no matar a los niños, y al rey para no ofenderlo de palabras. Eso
no quita que mintieron al rey cuando fueron cuestionadas. Cuando se libra de
una tormenta semejante, no será posible escapar sin ser mojados. No es posible
que le metan a uno la mano en fuego, y que salgamos sin alguna calentura. En
ocasiones estamos conscientes para evitar grandes pecados, pero fallamos para
no pecar con los pequeños. Faraón no las maltrató sólo les habló de mala
manera, cuando Dios está con uno nadie puede dañarnos.






