Texto:
“Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus
discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya
nacido ciego?” (Juan 9:1-2).
Oiga como lo dice: “Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento”. Su corazón
estaba y está tan sintonizado en hacer el bien, que aun cuando va de pasada sus
ojos están atentos al necesitado. Uno cualquiera de nosotros si después de
pasar por allí se nos preguntase que vimos, es muy posible que no mencionemos
al ciego, pues vistas de pasada son por lo general visiones casi ciegas. En
Jesús no es así, todos y cada uno de sus pasos fue con un propósito definido,
salvar, sanar, favorecer al hombre y mucho más al miserable. El pasó por allí,
pero su ojo se fijo en el ciego. El ciego no podía verlo, pero El sí a él. Su
bondad es mucho mayor que nuestra necesidad. Bendito Salvador. Lo normal es
voltear los ojos para no ver las miserias de éste mundo.





