Texto:“El
necio da rienda suelta a toda su ira, pero el sabio conteniéndose la apacigua”
(Proverbios 29:11).
El la apacigua porque el ejercicio de la ira trae consecuencias que la más de
las veces no benefician el alma. Hay un texto que resume esta labor de la
mansedumbre: “Todo hombre sea pronto para oír, lento para hablar y lento para
la ira” (Stgo.1:19). En lenguaje corriente es dicho
así: Oye, calla y aguántate. Oye tus razones, silencio tus sentimientos, y te
será mucho más fácil ser manso. A toda costa hay que impedir la entrada del
enemigo. En esto la mansedumbre hará las pregunta de lugar: Por qué, contra
quien, cuales serán las consecuencias, que daño harían y otras preguntas
semejantes son hechas al resentimiento.
En esto de deliberar miremos el ejemplo del Señor. Caso de Caín: “Entonces
Jehová preguntó a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel? Y respondió: No sé. ¿Soy
yo acaso el guarda de mi hermano? Le preguntó: ¿Qué has hecho? La voz de la
sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra” (Gén.4:9,10).
Oyó las argumentaciones del culpable antes de castigarlo, o que deliberó. No
que Dios necesite hacerlo, sino como expresión de compasión con Caín y como
ejemplo para nosotros. Otro caso: “Jehová descendió para ver la ciudad y la
torre que edificaban los hombres” (Gén.11:5). Otra
vez la misma idea de deliberación; considerar al arrogancia de aquellos hombres
antes de confundirlos. Un tercer incidente: “Descenderé, pues, para ver si han
consumado su maldad, según el clamor que ha llegado hasta mí; y si no, lo
sabré” (Gén.18:21). De esto inferimos que el tener
compasión del prójimo está directamente relacionado con la mansedumbre. Un
hombre poco manso será también poco compasivo. Así que, debemos considerar
antes de airarnos, y juzgar antes de pasar sentencia, como está escrito: “Por
tanto, sed imitadores de Dios como hijos amados” (Efe.5:1).
Amén.