ÉTICA CRISTIANA


La ética cristiana presupone o asume dos asuntos fundamentales: la existencia de Dios, y la autoridad de las Santas Escrituras como revelación de Su mente y voluntad. Dicho con otras palabras: que hay un sólo Dios Verdadero, Inmortal, Sabio e Invisible, y se ha revelado a Sí mismo. En relación con la conducta humana, significa que tenemos absolutos morales, y por tanto Ética, o lo que es lo mismo, un deber moral innato. Así que: la ética es ese deber moral innato en todo ser humano.

 

Por tanto, si la existencia de Dios es negada, entonces la moralidad y la ética automáticamente desaparecen; la conducta humana caería bajo la esclavitud de un relativismo moral interminable. Allí quitarle la vida bajo anestesia a un niño de tres años porque sea paralítico (Eutanasia de hoy día), pudiera ser visto como un bien moral. Necesitamos, pues, una ética de valores morales absolutos, que regule la conducta recíproca de los hombres, o que mis deberes ciudadanos no sean establecidos por estadísticas que pueden ser manipuladas para probar cualquier cosa, sino por la verdad, equidad y compasión del carácter del Creador.

 

Su naturaleza

El fundamento de la Ética queda establecido en las palabras del Señor Jesucristo: “Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, así también haced vosotros con ellos” (Mt.7:12). Este precepto es la regla de la vida.

Su primer componente es la verdad, porque nadie se miente a sí mismo, la conversación interna o en nuestras mentes es sincera, franca, veraz; de manera intencional no nos mentimos a nosotros mismos; aunque si nos auto engañamos cuando tenemos una perspectiva errada de la realidad, lo cual es común en nosotros los humanos.

Un segundo componente es la justicia o equidad, pues delante de la Ley de Dios todos los hombres son iguales, y los iguales no tienen poder de autoridad entre ellos. No soy juez de mi prójimo.

El tercer componente es la bondad, porque nadie es difamador ni cruel consigo mismo. En resumen, la ética es como una mesa de tres patas: Verdad, justicia y bondad. Cualquiera de estas columnas que falte, la mesa se cae. Vamos a abundar un poco más sobre estos elementos.

 

Elementos de la ética evangélica cristiana

La verdad

Previo a definir la verdad en la comunicación, es necesario explicar la mentira y el error. La mentira es una disociación entre lo que se piensa y lo que se dice, o lo que se dice con lo que se hace. Una persona miente al declarar que tiene cuarenta años de edad, cuando él sabe en su interior que tiene cincuenta. Si nuestro hablar no está de acuerdo con nuestro entendimiento, es mentira; aunque esté en conformidad con la esencia del asunto en cuestión.

 

Un ejemplo de hablar y vivir una mentira es este: «Una persona que vive como si tuviera los ingresos que él sabe no tiene. Se le oye hablar y suena a que sí tiene esa posición económica y trata de vivir en esa apariencia, engañando a los otros». A diferencia del error o falsedad, que es una disociación entre lo que se piensa y la realidad, por ejemplo, el niño dice ser supermán; ¿está mintiendo? No, está en un error. 

En su naturaleza, la verdad es la conformidad de nuestras expresiones a la esencia de las cosas, o a nuestro entendimiento o comprensión de esas cosas. Por cierto, que acarrearía culpa cuando un comunicador dispone de los medios necesarios para conocer la esencia de un asunto, pero no hace uso de ello, o que por negligencia difunde rumores como si fueran verdad.

La justicia

Definir esta virtud es difícil por su amplia aplicación, y en la época que nos ha tocado vivir se dificulta aún más entenderla y aplicarla. Su definición bíblica y aplicable a todo trato con nuestro prójimo es dada en la regla que dio el Señor Jesucristo: "Todas las cosas que queráis que los hombres hablen de vosotros, así también  hablad vosotros de ellos". Esto es, habla de los otros lo que tú esperas que ellos hablen de ti en iguales circunstancias. En sentido general y humano, Hablar con justicia es aquella virtud del alma que inclina al hombre a hablar de su prójimo con bondad y sin engaño. Lo que se conoce como el hacer una buena construcción de las intenciones del prójimo. Esta justicia es un hábito de mente que nos dispone a decir del otro lo que es debido o es nuestro deber por amor a Dios.

 

La fuente donde ha de brotar esta santa virtud es el deseo de ser bueno como Dios es bueno. El buen hombre guiado por la equidad todo lo cree, o que acepta como sana la intención del otro, mientras las evidencias no testifiquen lo contrario. Es un hábito mental, no una acción aislada, sino de una regla general de vida. Justicia es equivalente a equidad, rectitud, honradez, honestidad, amante de lo honesto y decente. Es alguien que procura de corazón mostrarse a los demás como lo que dice ser, un hombre de corazón justo. Un ladrón no debe ser nombrado custodio de los bienes del Estado. Eso sería mayúscula injusticia; ni a un hombre de mente injusta dársele cabida en los medios de comunicación social.

 

La bondad

Oiga este mandamiento del Señor nuestro Dios: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt. 22:39). El amor o bondad a nuestro prójimo es algo que se discierne con facilidad, o que el amor me dice lo que es bueno para mí, y si es bueno para ti, dáselo a tu prójimo. Así que, en la ética, ejercer bondad es una regla bien sencilla: Lo que Tú quieres que se diga de ti, tanto en público como en privado, dilo de tu prójimo. Esta no es una tarea fácil, y quienes se comprometan a este virtuoso esfuerzo pudieran ser llamados con propiedad como nuestros líderes modernos.

En breve

No necesitamos las lecciones de los últimos experimentos que han desarrollado no pocos palabreros modernos. El Creador nunca da un encargo sin darnos los medios para cumplirlo. Y una de las asunciones básicas en el fomento de la ética es que Dios, en Su bendita Gracia, nos ha dado los instrumentos para este deber. Como dijera un cristiano:

No es en las aulas universitarias donde se gana o pierde la batalla moral que hemos de librar, sino en los corazones de nuestros maestros religiosos. Si aspiramos a una ética nacional, entonces ellos necesitan la Biblia en sus conciencias, porque fuera del juicio justo y perfecto de Dios, todo se reduce a opiniones, y ¿quién va a determinar si tu opinión es mejor que la mía? No hay manera de hacerlo en justicia; las opiniones son “eso”, opiniones o meras ideas personales. Que con la regla bíblica alcance un conocimiento comprensivo, íntimo, y personal de la anchura de la Ley moral de Dios y sus respectivas aplicaciones a la vida diaria, que su comunicar sea informativo y formativo. Las lecciones para sus conciencias están sólo en la Biblia. Si han de ser instrumentos de transformación ética, la Palabra del Único y Sabio Dios ha de estar atesorada en sus corazones”.  Amén.